Por Armando Pérez Araújo
Una cosa es la simple y llana
doble moral, otra la elemental simulación y otra, la peor, que es muy parecida pero
diferente, que es la insinceridad intelectual o impostura como postura política
o como bandera electoral. Para ilustrar mejor el tema, me permitiré traer a
cuento algunos episodios de diferentes tipologías, pertenecientes a casos de mi
propia cosecha: Recuerdo que una vez, cuando me atreví a lanzarme a la Asamblea
Departamental de La Guajira fui víctima de una de las tantas patologías de la
siquiatría política que fue la de la sistemática y criolla engañifa,
cuando recibí la falsa adhesión de un mentiroso personaje que decía ser el corregidor
de Matitas y un juicioso seguidor mío en cada una de mis defensas en los
diferentes casos en donde yo había sido protagonista. Resultó ser un avezado
timador que, gracias a la denuncia de un buen hombre riohachero, fue
descubierto, incluso, privado de la libertad por las autoridades. En otra
oportunidad fui alcanzado por otro virus de la rancia politiquería peninsular,
cuando en una especie de entrampamiento inteligente se me propuso ser el
candidato a la gobernación de La Guajira de todas las fuerzas alternativas con
asiento departamental. El audaz y convincente colectivo de la más aceptable alcurnia social, aparentemente sólido y
lleno de gente supuestamente curtida y comprometida, empezó a desmoronarse
apenas sus integrantes fueron sonsacados con las migajas del poder económico
que no tardaron en aparecer, aunque expertos, que conocieron la génesis de esta
emblemática artimaña, aún defienden la tesis de que, en el caso de marras, lo que
ocurrió no fue que mis contendores sonsacaron al colectivo politiquero para
desarmar el anillo más importante de la estructura de mi campaña, al contrario, que fue la poderosa y adinerada candidatura adquirente, la que muy pronto recibió el
mensaje de la puesta en venta del paquete electoral, lleno de un grueso y
atractivo componente de dirigentes de la izquierda riohachera. Tan ramplona y burda la susodicha maniobra que, unos meses después de haberse elegido el nuevo gobernador, sin que el suscrito hubiese puesto una sola coma, la sección quinta del Consejo de Estado le anuló la elección al mayorista y acaparador candidato, por una maniobra comprobada denominada doble militancia. En todo
caso, debo decir que tengo en mi repertorio un buen acumulado de casos en donde la carencia de
sinceridad y honestidad política de ciertos dirigentes locales estragan la
confianza necesaria para actuar en democracia en estas lejanas tierras de
nuestra enclenque convivencia política. Adicionalmente, y por todo lo anterior,
condenamos la asquerosa compra de votos, las engañifas, lo mismo que la compra de electores
poderosos, como ocurrió recientemente con aquél tristemente célebre senador
conservador que adquirió un lote de más de diez concejales de Uribia,
acaparando una buena tajada del componente electoral, incluso, del espectro
participativo de la etnia wayuu, de este departamento caracterizadamente
indígena.
Sin embargo, lo que nos luce como de
la peor deslealtad o deshonestidad política con La Guajira no es eso, es la que proviene de la
izquierda de otros lares, la avalancha de candidatos que llega consuetudinariamente de las populosas ciudades del país, o de poderosas organizaciones sociales, a pescar votos al detal, pero que
sumados son cientos de miles, que impiden nuestras posibilidades matemáticas de
acceder al Senado de la República. Dicho de otra forma: nos hace menos daño político y moral, las incursiones de las cuadrillas de invasores electorales, como Carlos Trujillo, ataviados con las alforjas repletas de Olmedo y Eneyder, cuando trastean 10 o 15 mil votos de un solo trancazo, que cuando llegan cientos de compañeros progresistas o izquierdistas a llevarse, sin necesidad, cada uno, dos o tres mil votos de gente presuntamente democrática. Digo sin necesidad, porque la gran mayoría ya vienen elegidos de sus regiones de origen. Que me perdonen esos compañeros, pero esa jugadita no es nada diferente a una elemental ruindad política contra la región más jodida del país. Seré Senador por Causa Colombia y Unitarios, a pesar de esos riesgos.
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