EL INDIO BENJUMEA
En mi
recorrido por el Amazonas, muy cerca de Leticia, encontré en lo que se conoce
como kilómetro 21 un refugio maravillosamente ecológico en donde habita Orlando
Benjumea, popularmente conocido y reconocido como El Indio Benjumea. El sitio es
una especie de templo de la ecología social aplicada en el que habitan
armoniosamente en paz El Indio, sus dos o tres trabajadores y una impresionante
cantidad de peces ornamentales que conviven tranquila y extrañamente con unos
gigantes pirarucús. Realmente, la sensación que uno experimenta como visitante
es que el lugar funciona como una especie de templo del pirarucú en el que
regenta con autoridad y sabiduría el locuaz Indio Benjumea y como el gran pastor
del hermoso altar del agua en el reinado de la vida. También hay que reconocer
y destacar que el personaje de esta crónica es un intelectual activo y
militante de la biodiversidad que carga con orgullo y de manera permanente el título
de sentirse indio. Escuchar las explicaciones de su esplendorosa obra de
ingeniería hidráulica manual en un área de cinco hectáreas a punta de pala y
barretón, constituye un ejercicio de la pedagogía de la sencillez humana. En una
de las paredes de ese santuario de la ecología observamos que luce colgado con
la mayor naturalidad un reconocimiento de las autoridades de la COP 16 a su
obra, un importante documento que no es otra cosa que un diploma a su tenacidad
en asuntos de la biodiversidad. Su característica carcajada resuena más en las
orillas de la selva amazónica cuando tiene que aceptar con la mayor humildad
que cuando literalmente se secó el rio amazonas, delegaciones de expertos
colombianos y extranjeros llegaron a comprobar que los niveles del agua se
habían mantenido en su predio por encima de los niveles del río y de los otros
lugares del contorno. Cuando pensé que ya lo había visto todo, descubrí un
discreto letrero que decía:
“Soy maravillosamente
imperfecto, escandalosamente feliz: Indio”
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