domingo, 16 de marzo de 2025

RECORDANDO AL PAPA FRANCISCO

 Por Armando Pérez Araújo



 MONSEÑOR CEBALLOS, “NINGUNA PLAGA ES INCURABLE…”

…La anterior frase fue pronunciada por el papa a su llegada al país, ante todos los obispos colombianos en su discurso de 07-09-2017. La expresión de nuestro gran papa, es decir, entendida en el contexto de su locución inaugural, pertinente y completa, que justifica el título de esta columna, fue edificada de la siguiente manera: … Vengo para anunciar a Cristo y para cumplir en su nombre un itinerario de paz y reconciliación. ¡Cristo es nuestra paz! ¡Él nos ha reconciliado con Dios y entre nosotros! “Por esto, como peregrino, me dirijo a su Iglesia. De ustedes soy hermano, deseoso de compartir a Cristo Resucitado para quien ningún muro es perenne, ningún miedo es indestructible, ninguna plaga es incurable”. Significa, que el perentorio llamado del Santo Papa, que fue una especie de advertencia desde aquél entonces a los obispos de Colombia, y el nuestro, el de La Guajira no podría ser la excepción, ya que su manifestación fue sin duda refiriéndose a la doctrina del mismísimo Cristo, resaltando que su intención, no era acuñar una afortunada frase suya y volverla viral, como se dice ahora, sino abundar en recursos del más alto calado social de la iglesia católica, para que fuese inolvidable y ojalá recurrente y tenida en cuenta en todos los rincones del país. Por esa razón, las vigorosas y valientes manifestaciones del otro Francisco, el nuestro, el obispo Francisco Ceballos, expresadas en el sentido lenguaje, con profundo y transparente comunicado público, ampliamente difundido, hace apenas un par de semanas, nos merecen la mayor credibilidad, el total respeto y absoluto acatamiento. Lo anterior lo expreso con la mayor humildad, pero con la autoridad que me nace de la imborrable circunstancia de haberme formado en una familia católica y de haber sido profundamente crítico y contradictor de las enseñanzas y prácticas de otros obispos y sacerdotes que, en La Guajira indígena y afrodescendiente, se pusieron del lado de los intereses oscuros de la minería abusiva y en contra de los humildes habitantes de este departamento. Volviendo al tema de esta columna y recordemos que, en esa misma ocasión, en el mismo discurso, el Santo Papa también les dijo a los obispos de Colombia lo siguiente: Los invito a no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia y de la historia de su gente. Háganlo con humildad, sin la vana pretensión de protagonismo, y con el corazón indiviso, libre de compromisos o servilismos. Sólo Dios es Señor y a ninguna otra causa se debe someter nuestra alma de pastores”. Colombia tiene necesidad de su mirada propia de obispos, para sostenerla en el coraje del primer paso hacia la paz definitiva, la reconciliación, hacia la abdicación de la violencia como método, la superación de las desigualdades que son la raíz de tantos sufrimientos, la renuncia al camino fácil, pero sin salida de la corrupción, la paciente y perseverante consolidación de la “res publica” que requiere la superación de la miseria y de la desigualdad.”

LOS SARMIENTOS

Adicionalmente, el Santo Padre Francisco, se refirió en aquél entonces a los sarmientos, exhortando el auto reconocimiento como pámpanos, vástagos, greñas, rastros, de ninguna manera aludiendo con esos términos a los poderosos Sarmientos que ahora recorren La Guajira, derramando bendiciones económicas de la mano de otros poderosos de turno. Cedo de nuevo la palabra al papa Francisco:

“Dios nos precede, somos sarmientos y no la vid. Por tanto, no enmudezcan la voz de Aquel que los ha llamado ni se ilusionen en que sea la suma de sus pobres virtudes o los halagos de los poderosos de turno quienes aseguran el resultado de la misión que les ha confiado Dios. Al contrario, mendiguen en la oración cuando no puedan dar ni darse, para que tengan algo que ofrecer a aquellos que se acercan constantemente a sus corazones de pastores. La oración en la vida del obispo es la savia vital que pasa por la vid, sin la cual el sarmiento se marchita volviéndose infecundo. Por tanto, luchen con Dios, y más todavía en la noche de su ausencia, hasta que Él no los bendiga (cf. Gn 32,25-27). Las heridas de esa cotidiana y prioritaria batalla en la oración serán fuente de curación para ustedes; serán heridos por Dios para hacerse capaces de curar”.

 

 

 

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