sábado, 21 de marzo de 2020

TORRE DE BABEL

Por: Armando Pérez Araújo
Lo que le faltaba a la crisis del coronavirus es el carnavalesco despelote de las comunicaciones institucionales, empezando por las alocuciones del presidente hasta las del menos encumbrado de los que fungen como sabiondos en las diferentes materias de la pandemia. A esto agreguémosle la incontinencia literaria de las redes, de gente opinando y difundiendo sin mesura ni prudencia alguna, sobre toda clase de noticias, versiones, alarmas, consignas, denuncias, oraciones, etcétera, etcétera, independiente del aprovechamiento que de estos menjurjes temáticos hacen los noticieros y otros programas de radio y televisión en su incesante búsqueda de audiencia.
La esquizofrenia colectiva hizo posible que el presidente Duque, en una de sus emotivas elucubraciones, y haciendo gala del eurocentrismo que caracteriza a nuestros dirigentes, expresó que aquí lo que había que hacer urgentemente era lo que no hicieron las autoridades en España e Italia oportunamente, pero que después tuvieron que hacerlo, como era tener que encerrarnos preventiva y obligatoriamente en nuestras casas, inicialmente, por lo menos 19 días. Me quiero poner de parte del presidente y creer que todo este berenjenal normativo responde a su afán de recomponer de buena fe algunos errores iniciales suyos, es decir, desaciertos de su propia cosecha, o atribuibles a sus viejas y malas amistades. Pero alguien tendrá que decirle al primer mandatario que este país que él preside no es un país igual a cualquier país europeo de los hoy escarmentados por las erráticas o tardías medidas contra el desconsiderado virus. Este país es un país angustiosamente desigual y culturalmente diverso, cuyas características sociales y económicas no son iguales o parecidas a las de cualquier otro país europeo. Vamos a rodear al presidente para evitar que se siga equivocando en materia grave y de forma tan elemental como es equiparar el drama de una familia de Roma, Madrid, Barcelona con alguna de nuestro país como Magangué, Maicao o Fonseca. Digámosle al presidente de los colombianos que sus órdenes serán cumplidas sobre la base de que sean enmarcadas dentro de la caracterización de cada región, departamento o ciudad. Quiero poner este ejemplo fácil, para que se lo consulten al señor presidente: ¿qué pasará con la gente de La Guajira, encerrada o aislada durante 19 días, en medio de una economía informal y decrépita, lo cual es su principal característica, ahora sin fronteras, ni trochas, la empresa Cerrejón frenada y más retrechera que nunca y en vilo la estabilidad salarial de sus trabajadores?. Mandémosle a decir al presidente que no se olvide de las obligaciones emanadas de la Sentencia 302 de 2017 de la Corte Constitucional, mediante la cual se constató un estado de cosas inconstitucional y se ordenó tomar las medidas adecuadas y necesarias para superarlo. Recordemos que una de las reiteradas afirmaciones de la Honorable Corte Constitucional en sus consideraciones jurídicas para tomar la trascendental decisión judicial fue afirmar que la vulneración masiva y generalizada de varios derechos constitucionales que afecta a un número significativo de personas tiene que ver en parte a una prolongada omisión de las autoridades y, especialmente, a las autoridades del orden territorial, que parecieran dejar o trasladar al Gobierno Nacional la carga de solucionar la crisis de hambre del Pueblo Wayuu.