miércoles, 4 de noviembre de 2015

CIÉNAGA GRANDE DEL MUNDO


LA CIENAGA GRANDE

Hicimos un recorrido por la Ciénaga Grande de Santa Marta, en un plan de entretenimiento y verificación de las recientes denuncias sobre los ataques a que ha sido sometida su estructura ecológica. No fue necesario medir con instrumentos la ciénaga para comprobar lo que está sucediendo, en términos de catástrofe ambiental. En este país del Sagrado Corazón se han estado robando a pedazos este lugar declarado reserva de la biosfera mundial por la Unesco y clasificado como sito Ramsar por sus características ecológicas especiales. Y no se han estado robando la ciénaga con alambre de púa y papel sellado, como ocurría con los despojos habituales en el resto del país, sino con buldóceres, retroexcavadoras y bombas de succión, con el fin de desecar los humedales y convertirlos en haciendas ganaderas y extensas fincas sembradas de palma. Es posible que parte de esta orquestación de estatales y particulares hubiese estado acompañada de acciones criminales de los paramilitares como las masacres perpetradas en los pueblos palafíticos de Trojas de Cataca y Nueva Venecia (año 2000). A estas alturas del desastre mundial, la ciénaga debería llamarse Ciénaga Grande del Mundo y no simplemente de Santa Marta, el Procurador General de la Nación, en vez de estar jodiendo contra la paz, debería haber implementado expedientes y sanciones ejemplares, además, coadyuvar a la Superintendencia de Notariado para que les sean restituidas a la sociedad internacional las numerosas hectáreas amputadas a la estructura ecológica de esta riqueza de la humanidad.

lunes, 2 de noviembre de 2015

El Derecho Incompleto. Cédula Wayuu


DERECHO INCOMPLETO, la cédula wayuu. (1)

Recientemente el periodista José Orellano, quien hace un maravilloso trabajo periodístico en su blog www.elmuellecaribe.com, me comprometió con la idea de divulgar y abanderar lo que en alguna ocasión académica denominamos EL DERECHO INCOMPLETO. El nombre del tema surgió en La Habana, Cuba, hace un par de años, cuando fui invitado a un foro internacional de abogados para tratar una materia de actualidad y de gran jerarquía como es lo atinente el DIH, es decir, el derecho que rige las reglas internacionales del marco humanitario de la guerra. En esa ocasión, con la venia del exigente y respetable auditorio, me aparté del diseño original de mi ponencia y expresé la necesidad de que los abogados del mundo, pero los colombianos de manera especial y con mucha más razón, deberíamos entrenarnos en colaborar en la ingeniería de la paz, en las reglas para la paz. La circunstancia me obligó, pues coincidía con los inicios de las conversaciones de la Paz colombiana en La Habana y, además, porque era evidente la necesidad de que quienes militábamos en la defensa de ese gran propósito nacional, expresáramos nuestro apoyo específico a través de propuestas concretas, es decir, en LAS REGLAS PARA LA PAZ.  Cuando me referí a las Reglas para Paz hice especial énfasis en las reglas para afianzar la paz, que son o tendrán que ser partes de un nivel superior de política de Estado sobre el establecimiento de la paz permanente, es decir, un escenario intelectual, especialmente jurídico, donde sea posible edificar las garantías efectivas que hagan imposible el regreso del conflicto armado colombiano. El sentido de este elemental planteo es que la paz no podemos considerarla como el simple logro de la redacción y firma de un documento de contenido exhaustivo y repleto de magníficas intenciones. Muy a pesar de nuestra condición de abogado, o por esa misma condición, tendremos que defender la tesis de que las reglas para la paz, además de los indispensables ajustes propios de la construcción de la paz, deberían ocuparse del Derecho Incompleto, del Derecho que no existe en la práctica.

De manera particular me referiré al Derecho Incompleto de La Guajira indígena colombo venezolana, es decir, carencias en materia de derechos y garantías del mayoritario pueblo indígena asentado en la hermosa península, no obstante los avances retóricos de la normatividad constitucional y en un sentido más amplio del bloque de constitucionalidad que nos rige respecto a dichos temas. Además de la obligación que se desprende de nuestra condición de residente y trabajador en Derechos Humanos en La Guajira, también hemos escogido esta parte de la sociedad colombiana para realizar nuestro aporte porque esta es un territorio dentro del concierto suramericano que podríamos clasificar como de altísima sensibilidad geopolítica. Dicho de otra manera más práctica y pedagógica: si es cierto que La Guajira colombo venezolana constituye o podría constituir un atractivo para los hacedores de la guerra, no puede ser menos cierto que también deberá ser de interés para quienes estemos del lado de procurar la ingeniería jurídica para consolidar la paz duradera.

LA IDENTIDAD:

Si hay algo que constituye una afrenta para la paz de cualquier sociedad en el mundo moderno es el desconocimiento de la Dignidad Humana, peor si se irrespeta simultáneamente con otros derechos igualmente importantes como la IDENTIDAD. La Identidad, es un Derecho Humano que en La Guajira es permanentemente violado, tanto en su dimensión PERSONAL como COLECTIVA. La mayoría de las personas del pueblo Wayuu, por ejemplo, tienen dos cédulas de ciudadanía, una expedida por la autoridad venezolana y otra por la colombiana. Y no se trata de la tantas veces cacareada doble nacionalidad. No. Cada una de esas cédulas contiene una información diferente, es decir, lugar de nacimiento diferente, en muchos casos nombres distintos y padres también diferentes. Esto ocurre para realizar la dinámica normal de movilidad dentro de su propio territorio ancestral, que por definición es territorio caracterizadamente colombo venezolano. Algo, además, que nadie discute en Colombia ni en Venezuela. Cómo es posible que ciudadanos nacidos en uno u otro país tengan que recurrir a la generosidad y comprensión de respetables señoras de nacionalidad diferente a la suya para optar por la falsa condición de hijo de éstas y de tal manera acceder a una identificación distinta a la original. Es un fenómeno de crasa doble identificación pero, además, conlleva algo más grave que eso que es atentar contra el esencial Derecho Humano a la Identidad Personal, individual y colectiva del pueblo indígena Wayuu, considerado uno de los dos más importantes y numerosos de Colombia y Venezuela.

Hace más grave este fenómeno de simple "doble cedulación" el hecho de que las toneladas de cédulas gemelas que circulan en el territorio étnico representan el gran mercado electorero de las mafias políticas de uno y otro país, sin contar con otras arandelas que conllevan graves implicaciones al tema de la seguridad fronteriza. Esto que ocurre con el derecho a la Identidad Personal y Colectiva del Pueblo Wayuu es lo menos parecido al respeto a la Diversidad Étnica y Cultural.

¡SOLUCIÓN! Para este vacío enorme basta que los gobiernos de ambos países acuerden la expedición de la CÉDULA ÚNICA WAYUU, de conformidad a un instrumento binacional, inspirado en las normas internas de la etnia sobre el funcionamiento del parentesco e identidad del Pueblo Wayuu, de tal manera que el nuevo documento de identificación no sólo resuelva el asunto relativo a la movilidad legal dentro del territorio ancestral, sino que les permita alcanzar un estatus efectivo y real de ciudadanía e identidad. Luego de este primer paso surgirán temas relacionados con la Autonomía Indígena y otros asuntos que plantearemos en este espacio de debate. Señores Presidentes Santos y Maduro, aquí tienen en bandeja una solución sencilla para una compleja situación violatoria de los Derechos Humanos de todo un pueblo indígena.