viernes, 20 de diciembre de 2019

EL ACUERDO ESCAZÚ


EL ACUERDO DE ESCAZÚ
Por: Armando Pérez Araújo
Todo parece indicar que el denominado Acuerdo de Escazú al fin fue firmado por el gobierno colombiano como producto de las presiones del paro nacional. Sea como sea ya está firmado y sólo falta convertirlo en ley. Se trata del primer Tratado o Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe que venía siendo patinado durante el gobierno Santos, sin que se justificara el largo trancón burocrático que sufrió su aprobación durante el primer año del actual gobierno. Con el cuento de que se están haciendo todos los esfuerzos para evaluar y entender su utilidad y conveniencia la cancillería le estaba mamando gallo a tan importante herramienta internacional de justicia ambiental. Ahora lo que viene es ponerle voluntad y efectividad a su pronta implementación, ojalá que sí, de hecho, celebremos que este Acuerdo como tal está llenando vacíos en términos de garantías para la defensa del medio ambiente y de los defensores de los derechos humanos y del medio ambiente.
Recordemos que esa normatividad se estaba envejeciendo desde 1992, cuando la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo la aprobó como un gran refuerzo del concepto de los derechos y responsabilidades de estos países en la esfera del medio ambiente y el desarrollo. Su gran sustento fue el Principio 10 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente, que privilegia la importancia de lo público, especialmente el acceso a la información y acceso a la justicia en temas ambientales como una manera preservar la calidad de la vida para las presentes y futuras generaciones.


domingo, 8 de diciembre de 2019

CAPÍTULO ÉTNICO


CAPÍTULO ÉTNICO (varios años después)    
Por Armando Pérez Araújo
El Acuerdo Final firmado en La Habana el pasado 24 de agosto tiene un componente supremamente esencial para la paz denominado Capítulo Étnico, claramente ratificatorio de postulados y principios excepcionales de interpretación contemplados en el ordenamiento jurídico del marco internacional, constitucional, jurisprudencial y legal, especialmente el fundamental de no regresividad, reconocido en el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como de principios y derechos reconocidos en la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer ─ CEDAW─, Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial ─CERD, Declaración de Acción de Durban, la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas y el Convenio 169 de la OIT sobre Derechos de los Pueblos Indígenas y Tribales. ­­­­Dicho de otra manera, no quedó norma alguna de nuestra caja de herramientas que no haya sido invocada en el Acuerdo Final para auxiliar su implementación y asegurar de esa forma la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera en Colombia. Adicionalmente y de forma expresa se acude a los principios interpretativos de la autodeterminación, la autonomía y el gobierno propio, a la participación, a la consulta y el consentimiento previo libre e informado, a la identidad e integridad, entre otros asuntos clave para las garantías de los pueblos o grupos étnicos respecto a la paz efectiva y permanente de los colombianos.
El anterior bagaje normativo especial y concreto constituye una extraordinaria artillería jurídica que, dicho sea de paso, toda, absolutamente toda, aunque no parezca, está vigente y tiene estatus y carácter de vinculante, lo cual debería llamarnos la atención para desenterrarla, aplicarla en lo pertinente y volverla vigorosa. En La Guajira indígena y afrodescendiente estamos lejos de poder decir que se están acatando esos específicos parámetros étnicos y éticos de la Constitución, de la ley nacional, internacional y de las jurisprudencias y doctrinas aludidas. Nos espera la ardua tarea de implementarlos. Para ello será indispensable sacar del analfabetismo jurídico sobre la materia a gobernantes y políticos locales y nacionales. También será menester jalarle al respeto a la diversidad étnica, lo cual es la más importante condición que deberá prosperar en el escenario político, social y cultural.

JUSTICIA ABIERTA ...


¿JUSTICIA?
Por ARMANDO PÉREZ ARAÚJO
El día viernes primero de noviembre asistí a un extraño evento autodenominado Justicia Abierta, realizado en el agradable y célebre centro de convenciones Anas Mai de la ciudad de Riohacha. Desde el primer momento observé que el atractivo nombre del evento no correspondía a ninguno de los contenidos académicos del programa, pero bueno, eso era lo de menos, había que asistir y escuchar. En la apertura del orden del día estuvo el himno de los colombianos, cantado magistralmente en idioma wayuunaiki por un selecto grupo de jóvenes wayuu. Me resulta totalmente complicado y, además, inevitable que siempre que escucho esta deliciosa interpretación experimento una dolorosa mescla de abandono y patria, de orgullo y tristeza. También entendí de manera rápida que tampoco correspondía a la lógica del programa y a la denominación del evento, que la alta personalidad anfitriona, en este caso el funcionario que inauguraba el evento y le diera la bienvenida a la jurisdicción contenciosa administrativa, en cabeza de la señora presidente del Consejo de Estado, fuese la gerente o jefe de la Intervención Temporal de la educación en La Guajira. Debo advertir que me gustó su discurso, el saludo fue impecable, noté que se trata de una funcionaria decente, bien intencionada y preparada, pero, insisto, ¿por qué tendría que ser ella, precisamente la Jefe de la Intervención, la oferente y anfitriona en una tarea que no deja duda que funge como evidente eslabón en la estrategia política de errada e injusta descentralización territorial y administrativa?, por qué no el gobernador, que no estaba, ni el encargado ni el electo, o la Defensora del Pueblo de La Guajira, o la Vice Defensora, ambas excelentes funcionarias que ahí estaban, o la presidente del Tribunal Contencioso Administrativo de La Guajira, que ahí estaba y que posteriormente habló muy bien, pero en un rol completamente diferente. También estaban y hablaron otros magistrados del nivel nacional, de La Guajira y de departamentos vecinos, cuyas intervenciones fueron rigurosas y ajustadas a los códigos, la jurisprudencia y la doctrina, pero nada que ver con el real propósito del evento. Entre el público brillaban por su ausencia los congresistas guajiros. Pienso que la respuesta a este weekend de incoherencias es posible hallarla al final de este escrito y tiene que ver con el verdadero objetivo de este propósito denominado Justicia Abierta.
AL GRANO:
Primer taller pedagógico: La región como unidad administrativa: ley 1962 del 2019. Este es el quid de tanto parapeto y la explicación de cualquier cantidad de incoherencias. De lo que realmente se trató fue de promover con la mayor cantidad de vaselina posible la conversión en RET, Región Entidad Territorial, las actuales RAP. Para los efectos del susodicho evento "académico", yo digo sin lugar a equivocarme que fue político, fue traído el Jefe de la Oficina Jurídica de la Gobernación del Atlántico que, dicho sea de paso, hizo una estupenda disertación jurídica, salvo que se le olvidó una cosa así de chiquitica como fue advertirles a los guajiros que en La Guajira existen territorios indígenas, con jerarquía constitucional del tamaño de la de los Departamentos, Distritos y Municipios. Se le olvidó por completo al conferencista referirse a los derechos territoriales del pueblo wayuu y de otros pueblos originarios domiciliados constitucionalmente en La Guajira. En uno de los acápites más dramáticos de su perorata advirtió que de ninguna manera la RET les tocarían un pelo a los ingresos por regalías o participación en el sistema general del presupuesto de la nación a los Municipios y Departamentos. Dicho de otra manera, el ilustre orador dejó a la audiencia el sinsabor de que la RET sí tocaría la actual estructura financiera de las entidades territoriales indígenas. Incluso, no era posible evitar un tema crucial para la dirigencia no indígena de La Guajira como era que las dichosas RET atraparían algunas COMPETENCIAS que ahora son del resorte del departamento y de los municipios.
Mi intervención se limitó a dejar constancia, la cual me permito divulgar ahora, de que esa perniciosa intencionalidad de vender la idea a domicilio a los guajiros de pasar por encima de la territorialidad indígena, principalmente ofende la dignidad humana del pueblo wayuu, ataca fundamentales principios de los derechos humanos internacionales consagrados en la Constitución, bloque de constitucionalidad, Acuerdo de la Habana, Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, entre otras normas, como son los principios de progresividad de los derechos humanos y no regresividad o de la contundente irreversibilidad de los avances constitucionales de los derechos indígenas. Quedo atento para debatir académica y políticamente este delicado tema.

CONVERSACIÓN NACIONAL


CONVERSACIÓN NACIONAL
Por: Armando Pérez Araújo
En su época decía doña Bertha Hernández de Ospina Pérez que el arte de conversar consistía en poner hablar a los demás, lo cual hoy en día, para efectos de la gran conversación nacional propuesta por el presidente Duque, podría ser tanto como que el primer mandatario tendría que lidiar con el más inoportuno y complejo galimatías de la historia política del país, en el momento más complicado de sus quince meses de gobierno, agreguemos, en el instante político más débil y peligroso de su frágil estabilidad gubernamental. Digamos que son pocos los analistas que le auguran buen viento y buena mar al presidente, en medio de la actual tempestad de gobernabilidad que lo asedia. El barco amenaza con hundirse y la sentina comienza a llenarse. La bomba de achique, manejada por sus socios, es evidente que no funciona o no quieren que funcione.
Personalmente creo que el palo no está para cucharas, en materia de una gran y fructífera conversación nacional donde quepan cómoda y legítimamente los organizadores del paro, los enemigos del paro, los que debaten a favor y en contra de una Asamblea Nacional Constituyente, el grueso de la dirigencia del partido del presidente que llegaría indiscutiblemente dividido, unos a estorbar la conversación, otros a proponer en medio de la borrasca que el presidente haga uso de una licencia remunerada y se dedique a recorrer el país a ver qué pasa, etcétera.
Como están las cosas, me atrevo a sugerir lo siguiente: 1.- Pensar en una Asamblea Nacional Constituyente, que podría ser una buena opción democrática, claro,  si se convoca debidamente y su finalidad esté claramente circunstanciada al servicio de la implementación de la paz real y duradera. Debo advertir que no creo mucho en la afirmación según la cual una Constituyente para qué, si aún no hemos podido darle total desarrollo a la Constitución del 91. Repito, no creo mucho en esta tesis, aunque reconozco que a la gente le genera pánico y desconfianza si el origen de la iniciativa sea aparentemente gubernamental. También entiendo que, además de demorada y dilatoria esa opción, resulta evidentemente antipática; 2.- Finalmente, también me gusta la siguiente posibilidad, siempre y cuando, como ya lo expresó muy bien la alcaldesa Claudia López, se hagan las cosas con humildad presidencial, reconociendo que andamos mal, que hay propósito de enmienda real, y sin rodeos declarar el estado de conmoción interior y empezar a expedir los decretos leyes que sean necesarios para conjurar la crisis y, particularmente, derrotar la desconfianza. Al presidente le resultará mucho más fácil, entonces, realizar una gran conversación nacional sobre esa base de repotenciada credibilidad y renovada confianza.