Resulta forzoso opinar sobre el síndrome Merlano, máxime si
nuestro escenario político local constituye el proverbial ejemplo electoral de
las peores prácticas politiqueras de país. Veamos porqué y digámoslo de manera
menos compleja: ¿Será que lo que hace que parezca más espectacular
y más grave que en el resto del país el tramado de la llamada Casa Blanca de
Barranquilla, a cargo de Ayda Merlano, son los sofisticados métodos de control
de votos, votantes, líderes y mochileros de una campaña electoral? No, acá pasa lo mismo, incluso, se realiza
en mejores casas que aquella de la capital del Atlántico. ¿Será, entonces, que lo que hace que sea escandaloso y
rimbombante ese publicitado fenómeno de la ex senadora barranquillera es el
involucramiento ilegal de dos o más poderosas familias de la costa y del país? No, porque los tentáculos burocráticos de esos mismos
personajes, y ellos mismos en persona y totalmente de frente, también hacen presencia
en La Guajira, detrás de los enormes atractivos del Sistema General de
Participación y de las abultadas gangas de las regalías de la península
indígena y afrocolombiana. La diferencia podría ser muy sutil y de grado,
porque acá, durante muchos años, los propios gobernantes y congresistas tradicionales
de La Guajira han realizado el triste y punible rol de líderes y mochileros al
por mayor de aquellos. Algo peor y más grave aún, es la vocación de estas
poderosas familias forasteras que tiene que ver con 1a extender su
poder político regional a La Guajira, financiando campañas electorales de
íntimos amigos y subalternos suyos, 2a- introducir prácticas de
intervención administrativas en La Guajira, que socaban la deseable ruta de descentralización
consagrada en la Constitución Política a favor de entidades territoriales locales.
3ª desarrollar abiertamente la conversión
en RET, Región Entidad Territorial, las actuales RAP, para meterse en el
bolsillo a La Guajira, como a cualquier bien mostrenco del siglo pasado y
transformarla groseramente en rentable hacienda particular para engullírsela. Lo
peor es que, sin lugar a dudas y sigilosamente, esto último está asociado con estrategias
orquestadas desde la capital del país y desde el exterior, con algo que está
planteado y avanzando a toda velocidad y sin escrúpulo de ninguna índole, como
es la desbordada y abusiva proliferación de cientos de parques eólicos en
territorio indígena protegido, principalmente, y sin que exista la más mínima
salvaguardia, evidenciando la peor desconsideración constitucional de respeto
de los derechos humanos internacionales del pueblo wayuu, a tal extremo que los
juiciosos observadores pronostican preocupantes desenlaces disruptivos contra
la paz y la tranquilidad social y económica de la península. (ver LA PRÓXIMA GUAJIRA 2, www.pensamientocaribe.blogspot.com).
Finalmente, que no se piense que fue en la Casa Blanca de
Barranquilla, donde cayó asesinada la democracia de los colombianos. No, ese
fue un simple pellizco que recibió la sociedad colombiana para que despierte y se
sacuda de alguna plaga que le viene ocasionando rasquiñas. Que tampoco creamos
que porque fueron quince mil millones de pesos, los que fulano y fulanito entregaron
en un yate para torcerle el pescuezo a una equis campaña presidencial y
asegurar el éxito a otra ye de la competencia, se piense que esa extraordinaria
suma fue el colmo de los colmos, no, esa fue una de tantas pilatunas de nuestra
clase política tradicional. Esa fue una miserable cifra, comparada con los
volúmenes que se mueven en La Guajira para elegir a un simple congresista,
gobernador o alcalde. En Uribia, para no ir muy lejos, esa cifra, la que dijo
Ayda que se entregó en el yate de Julito, equivale a un simple avance, de los
que aquí se hacen para pisar una negociación electoral. No nos confundamos, el
país requiere de una gran transformación, todo el país, incluyendo obviamente
La Guajira, necesita de una gran transformación. En eso tenemos que coincidir
muy pronto. Algún día el país comprenderá que la gran virtud de Ayda Merlano
fue haber destapado una olla podrida, y que su más espontánea confesión fue
cuando dijo: Mi gran hazaña en mi vida ha sido haberme colgado de una cuerda.