Por Armando Pérez Araújo
Recientemente los medios de comunicación y la opinión
política colombiana fueron estremecidos por una carta política muy bien jalada
de un ciudadano común y corriente, emprendedor del negocio de hacer hamburguesas,
que confiesa no ser político ni opinador controlado por empresarios políticos,
lo que ya es una gran ventaja en términos de independencia, que revela, hay que
admitirlo, que es justo que se le reconozca como buen observador y mejor
analista político, a quien se le está promocionando y publicitando por los
medios masivos como el gran descubridor del agua tibia en su reciente rol de pensador
electoral. Sin quitarle méritos a su obra diagnóstica, menos que sus
principales fuentes son los pequeños grupos de estudiantes de La Libre y los meseros de su negocio de
comida, con los que diariamente echa carreta sobre la situación política y
social del país, llama profundamente la atención que uno de sus principales
descubrimientos fue que la oposición colombiana se ha anclado en la inamovible
aseveración o predicción de que Petro se caerá antes del 26, o que, a más
tardar tal día del mismo año lo derrocarán o lo derrotarán estruendosamente,
unos juran que ello ocurrirá electoralmente en marzo, otros menos optimistas
que no pasará del mes de junio, en fin, dice que los opositores de Petro dicen
cosas, con admirable convencimiento, como si ellos conocieran la próxima
historia de Colombia y que esta fuese una especie de línea recta, además, como
si ellos, los miembros de la anclada y estulta oposición, puedan adivinar que lo
que vendrá para la suerte del país será la resucitación del anacrónico modelo
político anterior al del presidente Gustavo Petro. El primíparo y popular analizador,
que sorpresivamente fue fichado online
por el acreditado noticiero de Julio Sánchez Cristo, responde al nombre de Sebastián
Sanint, quien, sin hacer el mayor esfuerzo intelectual, ni ejercicio
estadístico alguno, infiere que tremenda estupidez de la derecha política es
sólo comparable a la ceguera de los opositores de Petro, a quienes éste
calificó de neofascistas del Congreso de la República, porque se opusieron a la
reforma laboral propuesta y defendida por el gobierno nacional. Según la
revelación del popular personaje, la oposición de hoy no tiene ningún relato, ni
siquiera cuenta con proyectos, ni mucho menos nortes, sólo tiene rabia, viudez
del poder y un poco de disciplina, en el caso de los llamados uribistas, pero
que hoy se halla íngrima, escuálida como dijera el presidente Chávez en algún
momento. Según él, el analista Sebastián, los opositores al gobierno convergen
en que Petro es simplemente una anomalía
que se corregirá en las urnas y, algo peor, los califica simplemente como
pequeños grupos y líderes que se venden al mejor postor, que practican el
vacacional y ocasional deporte de ejercer la oposición, mientras negocian contratos,
su verdadero oficio, que son personas que no convencen, porque no proponen, ya
que todo lo de ellos es mera reacción, nada les huele a propio, insiste, mientras
tanto, protestan porque Petro juega con los cargos y la chequera del gobierno,
como si eso les pareciera extraño y raro en la política colombiana, o, porque domina
el miedo y administra la esperanza, y dizque porque tiene el monopolio del
relato del cambio, porque habla del campesino, de justicia social y reconocen
que Petro tiene discurso. Al presidente lo acusan de tener aliados como
Armandito y Roy, imposibles de defender en público, pero imposibles de derrotar
en campaña, como si ellos, los hoy pulcros opositores, jamás hubiesen contado
con ambos como parte del grueso de las huestes de las que ellos han sido
sobresalientes soldados. Finalmente, al parecer, a los opositores en su ceguera
les importa un sieso su condición de excorruptos de la política.
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