viernes, 12 de septiembre de 2025

MARCO RUBIO

Por: Armando Pérez Araújo

No es posible que nos crucemos de brazos ante el asqueroso espectáculo del gringocubano Marco Rubio, cuando diariamente amenaza y ataca con desparpajo y sin pudor político a nuestros hermanos vecinos y a nosotros los desprotegidos colombianos habitantes de frontera.  Lo grave no es que simplemente hable mierda, y trapee el piso con un jefe de estado, de más jerarquía que él, como ocurre con el presidente Maduro, que es lo que habitualmente hace usando los medios de comunicación del imperio, sino que el bellaco ordene disparar misiles contra gente inocente latinoamericana para comprobar su poderío de hombre de estado y su vocación de matón eficiente. Es muy posible que cada vez que lanza sus gargajos contra la estabilidad democrática de sus medios hermanos latinoamericanos, lo haga para satisfacer la vanidad imperialista y terrófaga del bárbaro Trump, lo cual sería una primera hipótesis, la otra, la más creíble aún, es que el susodicho personajillo se desempeñe como un obediente actor de reparto de quienes desesperados buscan las millonarias reservas petroleras de los venezolanos, para repartírselas. En todo caso, lo que más indigna es la tolerancia y estulticia de la dirigencia regional, me refiero a la del costado colombiano, a nuestros dirigentes y gobernantes locales, algunos patrocinando con su silencio cómplice la descomunal maldad del grosero exponente de la peor codicia imperialista, otros alineándose a favor de la estupidez del genocida de marras y sus adláteres. Toca advertir que el presidente Petro sí ha sacado la cara por Colombia, a la altura de sus responsabilidades y de la difícil circunstancia internacional, él ha estado erguido y valiente en la defensa de la soberanía latinoamericana.

viernes, 5 de septiembre de 2025

HIPOCRESÍA, SINCERIDAD Y DESHONESTIDAD

 Por Armando Pérez Araújo

Una cosa es la simple y llana doble moral, otra la elemental simulación y otra, la peor, que es muy parecida pero diferente, que es la insinceridad intelectual o impostura como postura política o como bandera electoral. Para ilustrar mejor el tema, me permitiré traer a cuento algunos episodios de diferentes tipologías, pertenecientes a casos de mi propia cosecha: Recuerdo que una vez, cuando me atreví a lanzarme a la Asamblea Departamental de La Guajira fui víctima de una de las tantas patologías de la siquiatría política que fue la de la sistemática y criolla engañifa, cuando recibí la falsa adhesión de un mentiroso personaje que decía ser el corregidor de Matitas y un juicioso seguidor mío en cada una de mis defensas en los diferentes casos en donde yo había sido protagonista. Resultó ser un avezado timador que, gracias a la denuncia de un buen hombre riohachero, fue descubierto, incluso, privado de la libertad por las autoridades. En otra oportunidad fui alcanzado por otro virus de la rancia politiquería peninsular, cuando en una especie de entrampamiento inteligente se me propuso ser el candidato a la gobernación de La Guajira de todas las fuerzas alternativas con asiento departamental. El audaz y convincente colectivo de la más aceptable alcurnia social, aparentemente sólido y lleno de gente supuestamente curtida y comprometida, empezó a desmoronarse apenas sus integrantes fueron sonsacados con las migajas del poder económico que no tardaron en aparecer, aunque expertos, que conocieron la génesis de esta emblemática artimaña, aún defienden la tesis de que, en el caso de marras, lo que ocurrió no fue que mis contendores sonsacaron al colectivo politiquero para desarmar el anillo más importante de la estructura de mi campaña, al contrario, que fue la poderosa y adinerada candidatura adquirente, la que muy pronto recibió el mensaje de la puesta en venta del paquete electoral, lleno de un grueso y atractivo componente de dirigentes de la izquierda riohachera. Tan ramplona y burda la susodicha maniobra que, unos meses después de haberse elegido el nuevo gobernador, sin que el suscrito hubiese puesto una sola coma, la sección quinta del Consejo de Estado le anuló la elección al mayorista y acaparador candidato, por una maniobra comprobada denominada doble militancia. En todo caso, debo decir que tengo en mi repertorio un buen acumulado de casos en donde la carencia de sinceridad y honestidad política de ciertos dirigentes locales estragan la confianza necesaria para actuar en democracia en estas lejanas tierras de nuestra enclenque convivencia política.  Adicionalmente, y por todo lo anterior, condenamos la asquerosa compra de votos, las engañifas, lo mismo que la compra de electores poderosos, como ocurrió recientemente con aquél tristemente célebre senador conservador que adquirió un lote de más de diez concejales de Uribia, acaparando una buena tajada del componente electoral, incluso, del espectro participativo de la etnia wayuu, de este departamento caracterizadamente indígena.

Sin embargo, lo que nos luce como de la peor deslealtad o deshonestidad política con La Guajira no es eso, es la que proviene de la izquierda de otros lares, la avalancha de candidatos que llega consuetudinariamente de las populosas ciudades del país, o de poderosas organizaciones sociales, a pescar votos al detal, pero que sumados son cientos de miles, que impiden nuestras posibilidades matemáticas de acceder al Senado de la República. Dicho de otra forma: nos hace menos daño político y moral, las incursiones de las cuadrillas de invasores electorales, como Carlos Trujillo, ataviados con las alforjas repletas de Olmedo y Eneyder, cuando trastean 10 o 15 mil votos de un solo trancazo, que cuando llegan cientos de compañeros progresistas o izquierdistas a llevarse, sin necesidad, cada uno, dos o tres mil votos de gente presuntamente democrática. Digo sin necesidad, porque la gran mayoría ya vienen elegidos de sus regiones de origen. Que me perdonen esos compañeros, pero esa jugadita no es nada diferente a una elemental ruindad política contra la región más jodida del país. Seré Senador por Causa Colombia y Unitarios, a pesar de esos riesgos.