Minería en Santurbán
Por: Elespectador.com
EL PÁRAMO DE SANTURBÁN ES UNA importante fuente hídrica, forestal y de biodiversidad del país.
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Se calcula que allí hay cerca de 200 mil hectáreas de tierra por encima de los 2.800 metros sobre el nivel del mar, y da vida a los ríos Lebrija, Pamplonita y Zulia, así como a varios de los afluentes que nutren los ríos Catatumbo y Arauca. La importancia de éste, como de cualquier otro páramo, radica en que es un sistema fundamental para los procesos bióticos, no bióticos y para la regulación del clima. En el caso de Colombia, país montañoso, la producción de agua que de éstos se origina beneficia a cerca del 70% de la población que habita en los Andes. De aquí que la legislación nacional, a través de la Ley 1382 de 2010, excluyera las zonas que se encuentren por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar de la posibilidad de explotación minera, normatividad que entró a reforzar la Ley 685 de 2001, que resguarda a los parques naturales. Los artículos 79 y 80 de la Constitución, que plasman la prioridad que debe tener la conservación, también defienden las regiones paramunas, así como la Ley 99 de 1993, que dotó a las Corporaciones para velar por la naturaleza.
Pese a la legislación, vacíos en las normativas y tensiones entre intereses han hecho que sobre los páramos colombianos existan actualmente 391 títulos mineros, que afectan 108.972 hectáreas del valioso terreno natural. Esto no siempre es malo: una buena mitigación y compensación del daño pueden revertir, en alguna medida, el efecto sobre la naturaleza y es lo que los permisos ambientales contemplan. En los páramos, sin embargo, tal labor, por la complejidad del ecosistema, es más difícil. Pero lo difícil no la hace imposible. Este es precisamente el argumento de los habitantes de California y Vetas, los dos municipios aledaños al Páramo de Santurbán, que defienden el proyecto Angostura de la canadiense Greystar. Sus habitantes ven una gran oportunidad laboral en la intervención minera, que se cree podrá llegar a producir 7’500.000 onzas troy de oro durante 15 años, los cuales se traducirán en más o menos 14 millones de dólares al año para el Departamento de Santander por razón de regalías y en 1.500 empleos directos durante la construcción y 800 en los siguientes años de operación.
Los habitantes de Bucaramanga, Girón y Floridablanca, que se benefician de las fuentes hídricas del páramo, no comparten la misma postura. Aunque el debate se ha polarizado y los ambientalistas han llegado al caricaturesco extremo de hablar del fin de las reservas de agua para la región, lo cierto sí es que hay razones detrás de la reticencia de la gran mayoría de la población del departamento. Entre ellas está el hecho de que la Corporación para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga ya multó a la Greystar por daños al ecosistema durante la fase de exploración y que, en general, las minerías canadienses son las que detentan el récord de conflictos medioambientales más alto del mundo. Esto sumado al hecho de que la explotación a cielo abierto, las escombreras y el cianuro pueden hacer estragos, pese a que la tecnología que se promete implantar sea de primer nivel.
Los costos ambientales, aunados a las faltas de garantías, han convocado a todo tipo de movimientos civiles en contra del proyecto Angostura, los cuales han obligado a revisar con más cuidado las condiciones de la licencia ambiental que todavía, y contrario a los pronósticos de la Greystar, tardará meses. Frente a esto, el presidente de la minera canadiense, Steve Kesler, aseguró: “Las reglas en Colombia no están claras”. Y tiene razón. A pesar de la expresa legislatura, muchas partes del territorio no cuentan con una delimitación actualizada que evite ambigüedades. De aquí la importancia del juicio y los estudios del Ministerio de Ambiente, que tiene la difícil tarea de impulsar la locomotora de la minería por los rieles del desarrollo sostenible. Tarea que requerirá cada vez más de su credibilidad, tanto para frenar proyectos, como para dejarlos seguir. La decisión que tome sobre Santurbán tendrá que ser respetada, pero ojalá que sea una decisión que haga respetar todas las que le seguirán.
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