domingo, 8 de diciembre de 2019

CONVERSACIÓN NACIONAL


CONVERSACIÓN NACIONAL
Por: Armando Pérez Araújo
En su época decía doña Bertha Hernández de Ospina Pérez que el arte de conversar consistía en poner hablar a los demás, lo cual hoy en día, para efectos de la gran conversación nacional propuesta por el presidente Duque, podría ser tanto como que el primer mandatario tendría que lidiar con el más inoportuno y complejo galimatías de la historia política del país, en el momento más complicado de sus quince meses de gobierno, agreguemos, en el instante político más débil y peligroso de su frágil estabilidad gubernamental. Digamos que son pocos los analistas que le auguran buen viento y buena mar al presidente, en medio de la actual tempestad de gobernabilidad que lo asedia. El barco amenaza con hundirse y la sentina comienza a llenarse. La bomba de achique, manejada por sus socios, es evidente que no funciona o no quieren que funcione.
Personalmente creo que el palo no está para cucharas, en materia de una gran y fructífera conversación nacional donde quepan cómoda y legítimamente los organizadores del paro, los enemigos del paro, los que debaten a favor y en contra de una Asamblea Nacional Constituyente, el grueso de la dirigencia del partido del presidente que llegaría indiscutiblemente dividido, unos a estorbar la conversación, otros a proponer en medio de la borrasca que el presidente haga uso de una licencia remunerada y se dedique a recorrer el país a ver qué pasa, etcétera.
Como están las cosas, me atrevo a sugerir lo siguiente: 1.- Pensar en una Asamblea Nacional Constituyente, que podría ser una buena opción democrática, claro,  si se convoca debidamente y su finalidad esté claramente circunstanciada al servicio de la implementación de la paz real y duradera. Debo advertir que no creo mucho en la afirmación según la cual una Constituyente para qué, si aún no hemos podido darle total desarrollo a la Constitución del 91. Repito, no creo mucho en esta tesis, aunque reconozco que a la gente le genera pánico y desconfianza si el origen de la iniciativa sea aparentemente gubernamental. También entiendo que, además de demorada y dilatoria esa opción, resulta evidentemente antipática; 2.- Finalmente, también me gusta la siguiente posibilidad, siempre y cuando, como ya lo expresó muy bien la alcaldesa Claudia López, se hagan las cosas con humildad presidencial, reconociendo que andamos mal, que hay propósito de enmienda real, y sin rodeos declarar el estado de conmoción interior y empezar a expedir los decretos leyes que sean necesarios para conjurar la crisis y, particularmente, derrotar la desconfianza. Al presidente le resultará mucho más fácil, entonces, realizar una gran conversación nacional sobre esa base de repotenciada credibilidad y renovada confianza.

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