CONVERSACIÓN NACIONAL
Por: Armando Pérez
Araújo
En su época
decía doña Bertha Hernández de Ospina Pérez que el arte de conversar consistía
en poner hablar a los demás, lo cual hoy en día, para efectos de la gran
conversación nacional propuesta por el presidente Duque, podría ser tanto como
que el primer mandatario tendría que lidiar con el más inoportuno y complejo
galimatías de la historia política del país, en el momento más complicado de
sus quince meses de gobierno, agreguemos, en el instante político más débil y
peligroso de su frágil estabilidad gubernamental. Digamos que son pocos los
analistas que le auguran buen viento y buena mar al presidente, en medio de la
actual tempestad de gobernabilidad que lo asedia. El barco amenaza con hundirse
y la sentina comienza a llenarse. La bomba de achique, manejada por sus socios,
es evidente que no funciona o no quieren que funcione.
Personalmente
creo que el palo no está para cucharas, en materia de una gran y fructífera
conversación nacional donde quepan cómoda y legítimamente los organizadores del
paro, los enemigos del paro, los que debaten a favor y en contra de una Asamblea
Nacional Constituyente, el grueso de la dirigencia del partido del presidente
que llegaría indiscutiblemente dividido, unos a estorbar la conversación, otros
a proponer en medio de la borrasca que el presidente haga uso de una licencia
remunerada y se dedique a recorrer el país a ver qué pasa, etcétera.
Como están
las cosas, me atrevo a sugerir lo siguiente: 1.- Pensar en una Asamblea
Nacional Constituyente, que podría ser una buena opción democrática, claro, si se convoca debidamente y su finalidad esté
claramente circunstanciada al servicio de la implementación de la paz real y
duradera. Debo advertir que no creo mucho en la afirmación según la cual una
Constituyente para qué, si aún no hemos podido darle total desarrollo a la
Constitución del 91. Repito, no creo mucho en esta tesis, aunque reconozco que
a la gente le genera pánico y desconfianza si el origen de la iniciativa sea
aparentemente gubernamental. También entiendo que, además de demorada y
dilatoria esa opción, resulta evidentemente antipática; 2.- Finalmente, también
me gusta la siguiente posibilidad, siempre y cuando, como ya lo expresó muy
bien la alcaldesa Claudia López, se hagan las cosas con humildad presidencial,
reconociendo que andamos mal, que hay propósito de enmienda real, y sin rodeos
declarar el estado de conmoción interior y empezar a expedir los decretos leyes
que sean necesarios para conjurar la crisis y, particularmente, derrotar la desconfianza.
Al presidente le resultará mucho más fácil, entonces, realizar una gran
conversación nacional sobre esa base de repotenciada credibilidad y renovada
confianza.
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