Por Armando Pérez Araújo
La gran verdad es que la señora María Corina Machado,
sin desconocerle sus evidentes atributos de líder política ultraderechista venezolana,
era la menos indicada para que hubiese sido considerada para optar por el deslustrado
galardón de Oslo. Su escogencia era la menos aconsejada si lo que se pretendía
era premiar sus esfuerzos por la paz de su país o de la región latinoamericana,
dado que en no pocas ocasiones gestionó, incluso, suplicó injerencias y arremetidas
violentas del imperial poder norteamericano contra la estabilidad democrática
de su país. Prueba de su dependencia mental y política de los trazados abusivos
de Washington contra la independencia venezolana fue que, inmediatamente le
avisaron de haberse ganado el desprestigiado premio, sin pudor ni pérdida de
tiempo se abalanzó a llamar de rodillas al anti latinoamericanista presidente
Trump a ponerle a su disposición la ridícula medalla y, algo peor que eso,
reconocer ante la opinión pública internacional que el desconcertante premio lo
aceptaba como un honor que deseaba ofrecérselo como en una especie de homenaje
al atrabiliario gobernante del norte.
A estas alturas del partido no se sabe muy bien si el
susodicho Premio Nobel de la Paz, obsequiado a la señora Machado por hipócrita
cortesía de Washington, contribuye más a denigrar del marchitado prestigio de
la controvertida líder, o si, al contrario, habérselo otorgado sin vaselina a
una aguerrida partidaria de Trump y de Benjamín Netanyahu, termina enterrando el dudoso
valor moral del antes significativo diploma, para no hablar de sus devaneos y
complicidades con los enemigos de la paz de los colombianos.
Creemos que
la monumental incoherencia del Comité Noruego del Nobel, señalando a Machado
ganadora del premio "por su incansable labor en la promoción de los
derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una
transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia", constituye
el más alto grado de corrupción a que ha llegado el accidentado recorrido del
famoso pergamino. Mucha razón tienen quienes afirman sus fundadas sospechas de
que en los salones del comité sueco aún se percibe el fétido olor a petróleo,
sugiriendo alguna relación causal entre la inusitada condecoración, con los desaforados
y explícitos apetitos del crudo
Excelente. Lo compartiré en mis redes. Siempre he sostenido que la señora Machado sólo es un agente de la CIA para desestabilizar a América Latina en lo que refiere a Venezuela
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