¿METIDA DE
PATA? o FRANQUEZA.
Por: Armando Pérez Araújo
La respuesta
del presidente Santos a la pregunta de un calificado asistente del Foro
Económico Mundial ha suscitado una avalancha de críticas, especialmente de
quienes tienen el rol de formadores de opinión. Se ha dicho que constituye su
peor metida de pata desde que se desempeña como gobernante. Al presidente se le
ha linchado desconsideradamente por las que lucen como palabras suyas
amenazantes para forzar ilegítimamente el sí por el plebiscito a favor de la
paz de los colombianos. No se le ha dispensado a Santos ninguna clase de
atenuantes, incluso, en contraste se ha expresado la conmovedora tesis de que
en ese mismo tema las Farc han sido más tiernas, prudentes y juiciosas que las
desbocadas advertencias del presidente. Quienes descalifican la sinceridad del
mandatario hubiesen preferido escucharle que si los colombianos optáramos por
declarar inviable la búsqueda de la paz, la guerrilla se cruzaría de brazos a
pensar con nostalgia y a punta de canciones y poesías su incierto futuro
político, o que saldría despavorida a huir al exterior de las escalofriantes
amenazas de la ultraderecha colombiana, o que la pedagogía política del doctor
de la Calle y Jaramillo en la Habana alcanzará para eventualmente disuadir a
Timochenko para que imparta perentorias órdenes de rendición y sometimiento a
sus huestes actualmente asentadas y desprotegidas en las montañas de Colombia.
El colmo de la desfachatez e irresponsabilidad de estos opinadores de profesión
es haber calificado de terrorista al presidente por haber divulgado que posee amplísima información sobre la
tendencia militar de la guerrilla de adentrarse a tirar plomo en las ciudades,
en caso de que no prospere este esfuerzo internacional y democrático de buscar
la paz de los colombianos. La columnista española, recientemente secuestrada y
liberada por la presión de los demócratas, también por la prudencia del
gobierno, de la peor forma, de manera irrespetuosa, trató de mentiroso al
presidente Santos, y retorció con tanta perversidad y alevosía sus palabras,
que dijo que éste lo que quiso decir fue que la vida de los campesinos vale
menos que la vida de los citadinos. No hay derecho a tanta perrería a nombre de
la libertad de expresión, máxime si se atenta, además, contra las esperanzas
internacionales de la paz en un país que lleva sesenta años de guerra.
Claro que es
factible que el presidente tenga información amplísima, claro que es su
obligación tenerla, claro que es su obligación divulgarla, y qué mejor
oportunidad de hacerlo en el Foro Económico Mundial donde se supone que están
circunstanciados los representantes y analistas del poder económico empresarial
internacional.
Al
contrario, es hora de exigirles a los gobernantes total transparencia de la
problemática social y que expresen con absoluta crudeza, sin sutilezas, los
riesgos de que en esta tarea de arribar a la paz perdurable y sustentable
conllevan creerles a los propagandistas de la guerra.
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