viernes, 11 de abril de 2025

QUEREMOS EMPUJAR UN CIERRE DE MINA JUSTO, ACOMPAÑADO DE TANSFORMACIONES DEL TAMAÑO DEL CERREJÓN


Por Armando Pérez Araújo

¿QUÉ HACEMOS CON EL TREN, CON EL PUERTO Y LOS DOS AEROPUERTOS, CON LAS TIERRAS DEL NORTE Y CON LAS DEL SUR Y CON EL CAMPAMENTO DE MUSHAISA Y OTROS ACTIVOS NO MENOS IMPORTANTES?

La tremenda noticia de que el presidente Petro está interesado en conversar con los dueños del sistema del ferrocarril privado, la empresa Cerrejón, para negociar la posibilidad de consensuar una fórmula adecuada y equitativa, por supuesto contractual, no solamente no es descabellada sino la más inteligente y popular para los intereses de los colombianos y, particularmente, para los de los tradicionalmente olvidados de La Guajira. Celebramos que esta iniciativa, que hemos impulsado desde Causa Caribe y divulgado en Pensamiento Caribe, haya cuajado y se convierta en el principal motor de la necesaria bandera de cambio y de transformaciones inmediatas que requerimos. El presidente Petro tiene toda la razón, también porque tiene la sartén por el mango y porque resulta adicionalmente viable. Lo explicamos así: en primer lugar, es evidente que el proceso minero de La Guajira ya no es aquél desaforado y terrófago de antes, cuando cada gobierno regional y nacional, la sociedad colombiana, los medios de comunicación, incluso, componentes de nuestra espiritualidad, como la Iglesia Católica asentada en La Guajira, se comportaban como los peores exponentes de la sumisión y genuflexión, mostrándose dóciles ante los exorbitantes intereses de la norteamericana familia Rockefeller. Recordemos que en ese entonces parecía que estaba completamente prohibido en el país disentir de las políticas corporativas impartidas desde las esferas de Exxon Mobil en Dallas, además, porque la maniatada y postrada estatal Carbocol S.A. que suponíamos, debería haberse comportado erguida, actuaba escasamente celosa del cuidado de los pequeños intereses de los colombianos, limitándose y concentrándose en velar por los asuntos socialmente intranscendentes del contrato de asociación. Pero los tiempos han cambiado y es evidente que el Presidente Petro se ha desmarcado de las multinacionales extractivistas, y, claro, adicionalmente, resulta evidente la obligatoriedad del fenómeno jurídico y social que implica el indefectible e inminente Cierre de Mina Justo y Equitativo, lo mismo que la Transición Energética Justa, instrumentos como el Acuerdo de París, el Protocolo de Kioto, el Acuerdo de Escazú, etcétera, que les impone a las partes contratantes, particularmente para el caso concreto y especial de La Guajira, un entendible cambio de reglas del juego a favor de los parámetros de la justicia social y ambiental, banderas programáticas de este gobierno. De manera que acceder de forma temprana a los sobrantes servicios parciales del tren y de algunos importantes activos de propiedad de la empresa Cerrejón, también servirá para asegurar y garantizar a la frágil población de La Guajira, la indispensable transportación de incalculables volúmenes de agua que, dicho sea de paso, es útil y justo reconocerlo ahora, en la actualidad dicha empresa voluntariamente atiende algo de distribución a diferentes rancherías vecinas, asunto que en alguna medida es digno de aplaudir y estimular, aunque advirtiendo que ello ocurre de manera relativa y en cantidades absolutamente insuficientes, dentro del marco de lo que se conoce como Responsabilidad Social Empresarial. El sistema del ferrocarril minero, de propiedad de la actual empresa carbonífera, también nos ha puesto a reflexionar sobre la viabilidad de estructurar y complementar responsabilidades administrativas, financieras y operativas entre gobierno, empresa Cerrejón, trabajadores y ex trabajadores de la mina y otras empresas asociativas que se integren a esa magna iniciativa social que sería una Gran Empresa de Economía Mixta, destacando el interés societario de afros e indígenas y resaltando que el inajenable aporte de los dueños del territorio, se concretaría exclusivamente a la cesión pro témpore de USO DEL SUELO TERRITORIAL AUTÓCTONO. Los estudios que se hagan al respecto arrojarán las pertinentes recomendaciones respecto a la producción, transporte y distribución de alimentos del campo, incluso, de la exportación e importación de productos agropecuarios y otros renglones de la economía autóctona, por ejemplo, asuntos relativos a las incalculables potencialidades pesqueras de la región caribe, incluyendo importante zona marítima de la región fronteriza venezolana y más allá de ella. El presidente Petro sabe muy bien, porque él ha sido partidario de explorar las posibilidades turísticas de La Guajira, que a partir de los soportes que representarían las potencialidades del tren y sus activos, dos aeropuertos privados de hoy, utilizados exclusivamente por y para la minera extranjera, lo mismo que formidables y sofisticados activos de la infraestructura portuaria de la empresa Cerrejón, constituiría, según la propuesta que hemos ventilado con dirigentes guajiros, la base para que en el próximo futuro se establezca y consolide en lo que es hoy del dominio de empresas extranjeras Puerto Bolívar, la más importante Sociedad Portuaria Mixta y Multipropósito Indígena.

Aspiramos a que, en lo que falta de este gobierno de transformaciones, que ya es poco, deberían quedar por lo menos las mínimas bases normativas, jurídicas y técnicas, para la consolidación de una ambiciosa estrategia de educación superior, que podría llamarse la Universidad de la Paz Colombiana, mediante la conversión de las instalaciones del actual campamento de Mushaisha, de propiedad de la minera, conformado por hoteles, almacenes, supermercados, escuelas, colegios, oficinas de toda clase y categorías, laboratorios clínicos e industriales, infraestructura de empresas de servicios varios, consultorios médicos, bacteriológicos y odontológicos, gimnasios, empresas de transporte de carga y pasajeros, agencia de viajes, estaciones de servicios de combustibles y lubricantes, hospitales, clínicas, acueductos, alcantarillados, bodegas, parqueaderos, edificios, talleres, bancos, ciudadelas y todo tipo de soluciones habitacionales, restaurantes, cafeterías, clubes, varios auditorios y piscinas, canchas deportivas, etcétera, configurándose el campus universitario de lo que sin duda sería la institución de educación superior más importante del caribe colombiano, en caso de que este gobierno que debería ser el gobierno de las transformaciones así lo planee y ordene.

Tampoco debería extrañarnos que el Presidente empiece a implementar las normas y mecanismos jurídicos de transición gradual, reitero, mediante contratación bilateral con la empresa dueña de esos activos, para hacer desde ahora posible el pronto y efectivo acceso, paulatino y escalonado a más de cincuenta mil hectáreas de tierras productivas, progresivamente vacantes, privilegiando en primer lugar a las familias campesinas de la región, indígenas y negros, impactados por la minera. De ninguna manera, no podemos excluir, los altos niveles de la carga moral que tienen sobre sus hombros, léase cargos de conciencia, de los actuales propietarios y/o administradores de la empresa minera, quienes deberían facilitarle las cosas al presidente Gustavo Petro y demás autoridades, especialmente por el recorderis que nos toca refrescarles la memoria, sin entrar ahora en detalles, sobre la ilegalidad y absurdidad del inicial acceso a las tierras indígenas del norte y a las de los negros del sur, lo mismo que fundamentos y argumentos filosóficos de entonces, parapetados en lo que ingeniosamente se llamó Declaratoria de Utilidad Pública y Social.

 

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