Por Jaime Araújo Rentería

Hay personas que consideran que
las relaciones internacionales de Colombia, dependen exclusivamente de la
voluntad del Presidente de turno, lo que trae como consecuencia que cambien de
un extremo a otro, dependiendo de quién sea el Presidente en cada circunstancia.
Este vaivén, se pretende justificar con el revestimiento de una superpuesta Ideología política y también jurídicamente, invocando el artículo 189
de la Constitución Política que establece que el Presidente es el Jefe de Estado
y director de las relaciones internacionales.
Sin embargo, no hay que olvidar
que el Presidente de la Republica es un poder constituido y, por lo mismo,
sometido a la constitución del Estado. Además, no olvidemos que Colombia es de
los países que tiene reguladas sus relaciones internacionales en su propia Constitución,
lo cual obliga por igual a cualquier Presidente y a todos sus ciudadanos, que
significa que nadie, en el Estado de Derecho, está por encima de la Constitución,
de igual forma que las relaciones internacionales de Colombia NO están sujetas al
capricho y vaivenes de ningún presidente y No respetarla es violar la Constitución.
Una de las primeras constituciones
que reguló sus relaciones internacionales, fue la soviética de 1977 y hoy son
varias las que lo hacen así, como las de Italia, Cuba,
Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay o Portugal, entre
otras.
Entre las normas constitucionales que regulan las
relaciones internacionales, están los
artículos 9, 226 y 227 de la constitución que establecen
cómo deben ser nuestras relaciones internacionales con el resto de los países, que en sus partes pertinentes dicen: “ARTICULO
9. Las relaciones exteriores
del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el respeto a la
autodeterminación de los pueblos …De igual manera,
la política exterior
de Colombia se orientará hacia la integración
latinoamericana y del Caribe.”. “Artículo
226. El Estado promoverá la
internacionalización de las relaciones políticas, económicas, sociales y
ecológicas sobre bases
de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional.” “Artículo 227. El Estado promoverá la integración
económica, social y política con las demás naciones y especialmente, con los
países de América Latina y del Caribe mediante la celebración de tratados sobre
bases de equidad, igualdad y reciprocidad, …”.
El principio
de la soberanía exige que el Estado y su Presidente
no sean títeres de ningún imperio, por ninguna razón política,
militar o comercial. En relación con el tema de los límites a la soberanía,
debemos preguntarnos por tres clases de límites distintos: si existen límites
fácticos; si existen límites éticos; y finalmente si existen límites jurídicos
al soberano. En relación con las dos primeras clases, la gran mayoría de los
autores aceptan que existe esa clase de límites, sin embargo, existe una gran
polémica en relación con la inherente a los límites jurídicos. El problema de
si la soberanía es absoluta o es limitada debe estudiarse en dos esferas:
interna e internacional.
En
el plano internacional, hay que tener en cuenta que se parte de un supuesto
diametralmente opuesto al del plano interno. En este último aparece como una
clara relación de mando-obediencia, lo que presupone una relación de
desigualdad entre el que manda y el que obedece y es también una relación
positiva: la de dar órdenes. En cambio, en el plano internacional, se presupone
que los sujetos que se relacionan entre sí, están en una relación de igualdad,
donde todos los sujetos de derecho son iguales entre sí y por lo mismo se trata
de una relación negativa; donde si bien es cierto ningún sujeto puede dar
órdenes al otro, tampoco está obligado a recibirlas; dicho de otra manera, la
soberanía se traduce, en el plano internacional, en que ningún Estado está obligado
a recibir órdenes de otro Estado. La diferencia fundamental entre la soberanía
interior y la exterior, está en el hecho de que en la soberanía interior el
soberano da órdenes a todos y el no recibe órdenes de ninguno; en cambio, en la
soberanía exterior, el soberano no recibe órdenes de ninguno de los sujetos del
derecho, pero tampoco puede darlas.
En
relación con el respeto a la autodeterminación de los pueblos,
propugnado por todos los socialdemócratas del mundo y que
fue un avance fundamental del derecho internacional moderno, frente a lo que
existía antes, que era el derecho de cualquier Estado, comenzando por las
grandes potencias, de intervenir, invadir y sojuzgar a cualquier otro Estado, con el pretexto
de que no le gustaba
su gobierno; lo que era fuente
de guerras internacionales o de guerras civiles. Precisamente, con el fin de
lograr la paz internacional, era necesario que los Estados
se abstuvieran de intervenir en los asuntos internos
de otros Estados
y que fueran los propios
pueblos de esos Estados,
quienes decidieran cuándo y cómo cambiar a sus gobiernos. La revolución de
octubre defendió el principio de autodeterminación de los pueblos y ayudó al proceso
de descolonización de pueblos sometidos a potencias extranjeras. En Estados federales ya desaparecidos, como la URSS o la República Federal Popular de Yugoslavia, sí
se reconoció constitucionalmente el derecho de autodeterminación, incluso de
secesión, de las repúblicas que lo conformaban.
Por no respetar el
principio de autodeterminación de los pueblos es que tenemos problemas irresolubles con varios de los países
limítrofes, como es el caso de Nicaragua y Venezuela, donde por no
dialogar con esos países tenemos problemas en nuestras fronteras, como son con
Nicaragua, los casos de San Andrés, providencia, etc., y con Venezuela el de LOS MONJES, donde
está una de las mayores
reservas petroleras del mundo
y donde los gobiernos de derecha regalaron
parte del territorio
nacional. En el caso de San Andrés hemos acudido ante
la Corte Internacional de Justicia y hemos perdido también parte de nuestro
territorio, lo perdimos con la sentencia de 2012. Si queremos resolver estos
conflictos, tenemos que sentarnos
y entendernos con el mayor respeto con nuestras
contrapartes, independientemente
de que nos gusten o no sus gobiernos. Lo que más conviene a nuestra economía y a los colombianos es que
nuestra patria tenga relaciones comerciales, sociales, culturales y
científicas, con todos los países
del mundo en condiciones de igualdad y de reciprocidad, como ordena nuestra Constitución.
No podemos permitir que los gobiernos, violando la Constitución, nos llenen de
bases militares extranjeras, como lo hizo el de Uribe, o entreguemos a Gorgona
como se quiere hacer ahora, nos metan como aliados
de la OTAN, como lo hizo el de Santos, o nos metan en una guerra
con Venezuela, Nicaragua o cualquier otro país.
No es cierto, como
el gobierno y sus áulicos afirman, que si no se cumplen los tratados
internacionales nada pasa, ya que, en el derecho internacional, por ser un
derecho todavía primitivo, los propios Estados
pueden evaluar si su contraparte está cumpliendo el derecho internacional y si considera que no,
puede hacer justicia por propia mano y aplicar las sanciones que pueden ser de
distinto grado y que pueden incluir las más graves, como son las represalias y
la GUERRA. Es poco probable que le ganemos una guerra a Venezuela y mucho menos
a otro país limítrofe como Brasil, y si creemos que podemos ganársela
a Nicaragua, no sabemos si sus aliados,
incluida Rusia la dejen sola.
Conclusión:
Creemos que los
gobiernos de Colombia, deben dirigir nuestras relaciones internacionales como
manda la Constitución y no a su libre albedrio. Y si quieren hacer conocer a
los otros Estados sus molestias, deben hacerlo por los medios diplomáticos
regulares y no por X; exhortamos que deben buscar la integración
latinoamericana y del Caribe; promover las relaciones sociales y económicas con
todas las naciones del mundo, sobre bases de equidad y reciprocidad. Ser
soberano internacionalmente y respetar la autodeterminación de los pueblos. Y
esto es válido para el caso de Venezuela, como de otros Estados.
Saludamos con
moderado optimismo la llegada de Colombia a ocupar la presidencia pro témpore
de la CELAC, deseando para el señor Presidente éxitos en su desempeño y buen
viento en este mar de profundas dificultades y pujas entre las poderosas
potencias del mundo.
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