miércoles, 21 de noviembre de 2012

Carta al gobierno y la guerrilla

Por: Armando Pérez Araújo
 
Caribe colombiano, noviembre de 2012

 

Apreciados miembros del gobierno y guerrilla
La Habana (Cuba)

En primer lugar desearles suerte en los desarrollos de los temas agendados previamente, y que, si por algún momento tropiezan y se salen del camino, rápidamente se reintegren a él sin abandonar la cordialidad indispensable para hallar con urgencia la pulpa de la paz que es, en primer lugar, jalarle al respeto de las partes. La reciente decisión de tregua unilateral de una de las partes, hace mucho más próxima y creíble la anhelada coincidencia entre ustedes, ojalá la otra parte intente alguna señal similar en idéntico sentido, pues no le encontrábamos mayor consistencia a la estrategia compartida por ustedes de hallar la paz, mientras se mide el pulso de la fuerza militar, agregando a ello los excesos de la irregular confrontación armada.
El país reconoce que esta de ahora es una gran oportunidad, tal vez la más convincente y aterrizada de todas las que se han manejado y desperdiciado. Por encima de la natural dificultad de los temas lo que más nos preocupa a los colombianos es la postura francamente absurda y cainita de quienes le apuestan al fracaso de la negociación, sin otro argumento que la cicuta que emana de sus irrenunciables intereses personales. Es ésta la mayor dificultad que ustedes deben sortear para no dejarse sonsacar, para no dejarse sacar la piedra, por algunos medios de comunicación y por ciertos formadores de opinión que no desaprovechan ninguna oportunidad para introducirle el brebaje perversamente fatalista en materia de publicidad negativa a este proceso esencial para la vida de todos los colombianos. Si ustedes demuestran resistencia para enfrentar este mayúsculo obstáculo, el más complicado de todos, seguramente van a conquistar una franja bien ancha de opinión favorable del verdadero país nacional, que ofrecerá apoyos e iniciativas acordes con el tenor de la agenda temática.

En esta primera cartica a ustedes, a la manera de la que acostumbramos en el Caribe colombiano a ponerle en esta época al niño Dios debajo de la almohada, les pido en el primer asunto de las discusiones tener en cuenta el recién publicado torrente de información de prensa alrededor de lo que se ha conocido como “Fraude Agrario histórico: ¡Qué tierrero!”, que contiene una grave denuncia sobre los desbarajustes que predominan en el agobiado territorio agrario del campo productivo del país. Aparentemente ello constituye un escalofriante diagnóstico de la peor laya en términos de la consuetudinaria corrupción, sin embargo, a ustedes les puede caber, en alguna medida, la posibilidad de introducir algunos elementos nuevos en la normativa nacional para remediar radicalmente la barahúnda existente en materia de tenencia de la tierra.

Por qué, apreciados miembros del gobierno y la guerrilla, no buscamos una fórmula parecida a la enfiteusis romana, utilizada en muchos países del mundo, en la famosa reforma agraria mexicana, inclusive, que contenga el secreto de la solución: la tierra es para el que la trabaja, y punto. Es decir, que los campesinos se conviertan en eternos propietarios de la tierra, mientras demuestren deseo de trabajarla. Que los títulos de propiedad y otros recursos valiosos del presupuesto nacional no se obsequien a dedo, por conveniencias ajenas a la vocación agraria, sino acceder a ellos por los méritos antes mencionados y solamente por medio de ellos. Por ahí podemos empezar. No será ese el único remiendo que requiere nuestra política rural.

 

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