Caribe
colombiano, diciembre 2012
Señores
Miembros del Gobierno y Guerrilla
La Habana
Apreciados señores:
Espero que hayan tenido en cuenta mi anterior carta y no olviden que ese es uno de tantos ajustes que el pueblo colombiano desea que se aplique en materia de política rural. Empecemos por recomendarles que lo que dicta el buen sentido ahora es que la Reforma Agraria, como Dios manda, llegue después de las reuniones de ustedes en la Habana. Eso no significa que la Reforma Agraria sea un tema aplazable por naturaleza. No. Lo que significa es que es un asunto complejo y difícil, pero supremamente esencial para la paz perdurable y estable de nuestra sociedad. La paz que necesitamos. Pero la construcción de los pivotes sí es ahora, es decir, las directrices, las reglas, la filosofía, como se prefiera llamar, obviamente, esos sí tendrán que preverse ahora en Cuba. Además, porque se trata también de desmontar las "reglas" del crecimiento del latifundio ocioso, de la irracional acumulación y concentración del control de la tierra en muy pocas manos en nuestro país. Si se me permite la contradictoria expresión la Reforma Agraria, siendo esencial y prioritaria para la paz de los colombianos, se convirtió gradual y fatalmente en un asunto subalterno, gobernado por dos estructuras satánicas del poder real en nuestro país, inimaginables en cualquier democracia del mundo, en cualquier época de la historia de la humanidad: me refiero a Corrupción y Narcotráfico, concurrentes y complementarios en el proceso de generación de la prolongada violencia colombiana. Sobre la demolición de estos monumentales edificios hay que trabajar ya.
Señores
Miembros del Gobierno y Guerrilla
La Habana
Apreciados señores:
Espero que hayan tenido en cuenta mi anterior carta y no olviden que ese es uno de tantos ajustes que el pueblo colombiano desea que se aplique en materia de política rural. Empecemos por recomendarles que lo que dicta el buen sentido ahora es que la Reforma Agraria, como Dios manda, llegue después de las reuniones de ustedes en la Habana. Eso no significa que la Reforma Agraria sea un tema aplazable por naturaleza. No. Lo que significa es que es un asunto complejo y difícil, pero supremamente esencial para la paz perdurable y estable de nuestra sociedad. La paz que necesitamos. Pero la construcción de los pivotes sí es ahora, es decir, las directrices, las reglas, la filosofía, como se prefiera llamar, obviamente, esos sí tendrán que preverse ahora en Cuba. Además, porque se trata también de desmontar las "reglas" del crecimiento del latifundio ocioso, de la irracional acumulación y concentración del control de la tierra en muy pocas manos en nuestro país. Si se me permite la contradictoria expresión la Reforma Agraria, siendo esencial y prioritaria para la paz de los colombianos, se convirtió gradual y fatalmente en un asunto subalterno, gobernado por dos estructuras satánicas del poder real en nuestro país, inimaginables en cualquier democracia del mundo, en cualquier época de la historia de la humanidad: me refiero a Corrupción y Narcotráfico, concurrentes y complementarios en el proceso de generación de la prolongada violencia colombiana. Sobre la demolición de estos monumentales edificios hay que trabajar ya.
Ahora
bien, la política sobre el desarrollo agrario integral colombiano comprende un
aspecto muy ancho del constitucionalismo social de este país nuestro, afectado como
pocos por el precario nivel de desarrollo del campo. Se me ocurre que si buscamos
una única receta para propugnar por un buen desarrollo agrario integral vamos a
tener más dificultades que coincidencias políticas, por ello me atrevo a
sugerirles abandonar esa compleja vía troncal de la estrategia y sustituirla
por la suma de otras pequeñas y numerosas vías que desemboquen en ese anhelo
integral del desarrollo agrario colombiano, previo a una gran Reforma Agraria. Está
muy bien que por fin se fortalezcan las reservas campesinas, que se piense en efectivas
garantías de seguridad alimentaria y salud pública para los ciudadanos del
campo, que se asegure el acceso tranquilo a la propiedad agraria productiva, en
fin, que se piense en el bienestar integral de los actuales habitantes del
campo, pero sobre todas las cosas hay que estimular el urgente e indispensable regreso
del campesino actualmente anclado en las franjas de hambre de nuestras ciudades
capitales, atrayéndolo, proponiendo establecer seductoras ciudadelas
campesinas, con amplia dotación social en materia de vivienda digna, servicios
públicos esenciales, colegios, institutos técnicos y universidades al alcance
de estos nuevos ciudadanos del campo colombiano.