jueves, 15 de octubre de 2015

BOMBA DE TIEMPO (7)
Cuando empecé la serie de artículos, con el nombre Bomba de Tiempo, lo hice pensando en que había que hacer cualquier esfuerzo para evitar algún suceso explosivo en la totalidad de la frontera colombo venezolana. Realmente me atuve a la sintomatología social que percibo en La Guajira, por cuenta de la crisis de Venezuela y los estragos cambiarios en una región francamente anarquizada y desprotegida permanentemente por ambos Estados. Continúo abrazando igual motivación y estímulo para registrar públicamente mi visión que sólo procura aportar un pequeño ingrediente ideológico para la mayor estabilidad social y política de la región. Al fin y al cabo soy un ciudadano de frontera, que vive en La Guajira desde hace más de veinte años, casado con mujer colombiana y nacionalizada en Venezuela y padre de una hija nacida en una de las clínicas de Maracaibo. Este ingrediente sentimental jamás me ha impedido valorar con objetividad e idéntico rasero las delicadas situaciones de ambos países, especialmente en aquellos temas relacionados con la defensa y protección de los Derechos Humanos.
Lo que realmente no había aprendido muy bien, pero que ahora me lo dejan completamente claro los últimos sucesos achacados al señor Maduro, es el espectacular papelón de nuestros principales medios de comunicación masiva en el cubrimiento periodístico de la tensión con Venezuela. Parafraseando lo escrito recientemente por Juan Gossain podría decir que la prensa nuestra, claro, la inmensa mayoría, produce boletines de guerra, en vez de cubrir con objetividad y seriedad periodística la delicada situación por la que atraviesa la relación de ambos países. Se revuelca en el mismísimo fango de los políticos y anunciantes cuyos intereses defienden, diría con toda la razón Juancho. Hoy, para más señas, observaba a las presentadoras y presentadores de la televisión convulsionando por lo que ligeramente creían que había sido un total fracaso del gobierno del Presidente Santos en la OEA, dizque por no haber obtenido las mayorías necesarias para autorizar un debate internacional de cancilleres en el seno de dicha organización. En otro esfuerzo del mismo canal se veían los reflectores advirtiendo la presencia incómoda de niños y padres dentro de una carpa esperando ansiosos las ayudas oficiales. En otro segmento del noticiero recalentaban las proverbiales inmadureces del señor Maduro, las críticas del embajador Andrés González Díaz contra las ilegales deportaciones colectivas de colombianos y seguidamente las afirmaciones del embajador venezolano Roy Chaderton leyendo un memorando en el que se destacaban por lo menos tres puntos: uno, tal vez, el más complicado a la hora de los pesos y contrapesos de un eventual debate ante el mundo, según el cual, “desde 1948 Venezuela ha estado recibiendo a millones de colombianos víctimas de la violencia, abandonados y gobernados por grupos violentos que han hecho de Colombia un país de excluidos y un exportador de pobreza”; dos, que la explicación del video presentado por el Embajador colombiano, en el cual se veían casas marcadas con la letra D, que “ eran sitios que funcionaban como refugio para los paramilitares y también servían para retener personas secuestradas, etc.”; tres, otra verdad incómoda para cualquier acusador del régimen venezolano sería aquella, según la cual, “las políticas del gobierno de Maduro, siguen ofreciendo garantías sociales a más de cinco millones de colombianos que residen en el país.”
Lo triste de esta experiencia es poder comprobar que un periodismo maduro como nuestro periodismo, a la hora de jugársela en una situación delicada para los compatriotas, prefiere exacerbar los ánimos de la confrontación para hallar sintonía con subalternos intereses, que centrarse en la correcta línea de preservar la concordia entre los dos pueblos hermanos. Nuestro periodismo, ustedes saben a quienes me refiero, prefieren alinearse en la tarea de tumbar al señor Maduro, muchas veces haciendo idéntico ridículo que él, que informar con mesura, objetividad y responsabilidad. Han perdido el norte y el tiempo nuestros periodistas si fue que escogieron el complicado camino de oxigenar la probabilidad de otra guerra para la patria.

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