martes, 2 de noviembre de 2010

Minería en Colombia

Juan Fernando Jaramillo
Publicado en: Semana, Octubre 29 de 2010


De la manera como Colombia responda a los retos de la actual bonanza minera dependerá si ésta resulta una tragedia o una gran oportunidad.

Yo crecí con la idea de que Colombia era un país cafetero. Por eso, cuando en esos tiempos se hablaba de Colombia siempre se hacía referencia al café: el equipo de ciclismo que iba al Tour de Francia era el de Café de Colombia, los futbolistas colombianos eran los cafeteros, etc.

Pero las cosas han cambiado. De acuerdo con los datos oficiales 1, si en el año 2000 las exportaciones mineras constituían el 38% del total de las exportaciones del país, en el año 2009 alcanzaron el 51% y se calcula que en los próximos 10 años ascenderán al 57%. Además, entre 2000 y 2009, la participación del sector minero en la inversión extranjera directa se incrementó en 22 puntos (del 21 al 43%) y se calcula que entre 2008 y 2015 el sector podrá recibir una inversión extranjera de 62.000 millones de dólares.

Lo anterior nos da una idea acerca de la importancia que han adquirido los productos mineros para el país. Por eso es que algunos manifiestan que el sector minero es ahora tan importante para Colombia como lo ha sido desde siempre para países mineros por excelencia como Australia, Chile y Perú.

Evidentemente, la primera pregunta que habría que formular es si este cambio de vocación productiva es conveniente para el país. Pero en esta ocasión quiero referirme a algunos de los retos que plantea para Colombia el convertirse en un país minero. Hasta ahora se ha debatido fundamentalmente sobre los retos económicos. Yo quiero resaltar cuatro desafíos que tienen que ver con los derechos de las personas.

El primero, muy actual, es el de la seguridad en las explotaciones mineras. En junio de este año murieron 73 mineros en Amagá, Antioquia, y se calcula que en los últimos 10 años han muerto más de 200 personas. Esta inseguridad se ve agravada por las explotaciones mineras ilegales y – un detalle muy colombiano - por la falta de inspección y control por parte de INGEOMINAS, como bien lo afirmó el Ministro de Minas y Energía.

El segundo tiene que ver con el destino de las regalías. En 2008, el monto de las regalías ascendió a la impresionante suma de 6 billones de pesos. Este monto va a incrementarse considerablemente en los próximos 10 años. Por eso, es fundamental que el país llegue a un acuerdo acerca de cómo deben utilizarse esos recursos – y en mi concepto deberían utilizarse primordialmente para garantizar los derechos sociales de las personas.

El tercer reto es el del medio ambiente. Son bien conocidos los desastres ecológicos que produce la explotación minera. Hace poco pudimos observar la catástrofe producida por la explotación – ilegal - de oro en el río Dagua. Muchos advierten sobre el peligro que representan para el agua los planes de explotación de oro en el Páramo de Santurbán y en Cajamarca. ¿Y cuánto más podríamos decir sobre los riesgos de las explotaciones petroleras o carboneras?

Y, finalmente, está el reto de las consultas previas con las comunidades indígenas y negras para la explotación minera en sus territorios. Hasta ahora, o no se han hecho las consultas o se han hecho sin ánimo de llegar a acuerdos reales. Y, sin embargo, la jurisprudencia nacional e internacional es cada vez más clara en exigir que los proyectos mineros sean consultados con las comunidades, e incluso en la necesidad de lograr el consentimiento de estas cuando se trata de proyectos que pueden alterar sustancialmente su entorno vital. Es por eso que las consultas tienen que funcionar.

Sé que la respuesta a estos retos – y a muchos más que no he mencionado – no es para nada fácil. Pero sobre lo que sí podemos estar seguros es de que de la forma como se afronten todos esos desafíos dependerá si esta bonanza minera resulta una bendición o una maldición.

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